Nos encontramos en un momento de la historia donde la máxima aspiración del ser humano es la productividad y la eficiencia. Es lo que algunos expertos denominan “mercantilización del tiempo”, se valora de forma positiva todo aquello que se relaciona con la velocidad y la capacidad de aprovechar más el tiempo.
Pues uno de los resultados que se experimenta en la sociedad a consecuencia de dicha mercantilización del tiempo es el estrés, desembocando en muchos casos al aislamiento social, y encontrando el desahogo en las redes sociales.
Como antídoto al estrés y el sufrimiento psicológico en muchas personas, encontramos la palabra empatía. Como un ideal de las relaciones humanas, la empatía ha sido concebida de muchas maneras, tratando de impulsar comportamientos de cooperación y convivencia positiva, unidos a la necesidad de ponerse en el lugar del otro para ser buenos ciudadanos.
Nos acostumbramos a dar por sentado la importancia que tienen las palabras en los demás, pero es que hay palabras simples como “gracias”, “perdón” y “por favor”, que logran tocar el corazón de otros.
La empatía es la base de la intimidad y la conexión más cercana. Sin ella, nuestras relaciones serían superficiales desde el punto de vista emocional y se parecerán más a un trueque comercial. Sin la empatía podríamos estar cada día al lado de una persona y conocer tan poco sobre sus sentimientos que seguiría siendo una extraña para nosotros. Por eso, la empatía es un potente “pegamento social”.
Sin embargo, no solo es el motor de la cercanía, sino que también sirve como freno cuando nos comportamos mal y nos damos cuenta del dolor que estamos causando. Cuando una persona no tiene ese freno y siempre actúa en interés propio, termina devastando a quienes están a su alrededor.
Podríamos hacer mención al lema “Ponte en mi lugar. Conecta conmigo” que apela a la empatía y el conocimiento como ejes de la conmemoración del Día Mundial de la Salud Mental. También debe ser destacada la relevancia que deriva en la celebración de otros días internacionales como son el día internacional de la solidaridad y la amistad.
La celebración de dichos días nos evoca la idea de que nuestra vida se mide no por lo que recibimos, sino por lo que damos, poniendo atención en nuestras relaciones desde tu familia, amigos y hasta compañeros de trabajo o colegio. Cada uno tiene sus propios ideales, pero si situamos la empatía en un lugar privilegiado entre ellos, puede ser un aliado en el sufrimiento propio y en el de las personas que nos rodean. Y es que se puede afirmar que, siendo empáticos, notarán tu ausencia; la razón de ello estriba en que, gente así facilita la convivencia y la hace más agradable. Es una elección de actitud ante la vida que dignifica a los demás. Por ejemplo, ante el estrés, la adversidad o situaciones de peligro, el tener trabajado la empatía nos lleva a cuidar y ayudar a otros, en vez de buscar únicamente nuestra propia supervivencia o bienestar.
No podríamos terminar sin hacer mención a una anécdota que aconteció en un hospital, la cual recibió el nombre de “el muro de cemento”. Dos pacientes se encontraban compartiendo habitación en un hospital. Uno de ellos, Luis, era consciente de su enfermedad terminal, y a pesar de ver el fin de sus días acechándole, no dudó en darle sentido a su vida y a la de su compañero de habitación: Carlos. Él se encontraba cerca de la ventana, por lo que todos los días le contaba historias a su compañero sobre el jardín tan hermoso que se hallaba frente a su ventana, narraba con todo lujo de detalles todos los elementos de ese jardín, las risas de los niños jugando en él. Al cabo de unos días Luis falleció, y entró otro paciente a ocupar su cama.
Una mañana Carlos le pidió a su nuevo compañero que se asomará por la ventana, y le contará qué veía en el jardín, el compañero nuevo abrió la cortina y le dijo: “no veo nada más que un muro”
Podemos llegar a la conclusión de que la empatía es una buena herramienta social para desarrollar nuestra vida y crear optimismo en la de los demás en estos tiempos tan convulsos que vivimos.